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El yoga y la dimensión moral | Yoga Lleida

Fecha de publicación: 26/11/2015

Los adeptos del yoga saben que la práctica de asana y pranayama (posturas de control y respiración) equilibra el cuerpo y la mente a través de la disciplina física y mental. Sin embargo es menos conocido entre el público en general que la práctica del yoga cultiva la virtud y genera una disposición moral justa. Para el neófito, lo increíble del asunto radica en entender como una disciplina física y sin connotaciones doctrinales puede mejorar la vida moral. Incluso como es posible que el yoga sea ventana para llevarnos nuevas comprensiones de la religión, la filosofía o la espiritualidad.

 

Sería razonable preguntarse inicialmente como es la relación entre el cuerpo y la mente y cómo se afectan entre sí. Y cuál es la relación entre físico-mental y la moral. Sabemos por la práctica del yoga o, incluso para la práctica de cualquier ejercicio, el bienestar se genera en el cuerpo y la mente, y cómo repercute de forma visible en la predisposición armoniosa para pensar y actuar. Si hay una mejora en la actitud que deriva de una mayor coordinación del cuerpo y la mente, no será muy desviado inferir cómo puede mejorar la toma de decisiones sobre las acciones son justas o injustas. Sobre la moralidad.

En la práctica más superficial del yoga usamos el cuerpo físico como soporte tangible adiestrar y disciplinar a los órganos de acción y percepción así como para consolidar la concentración de la mente. Y la base para este anclaje mental reside en una técnica rigurosa. Y reitero el énfasis en las palabras técnica rigurosa porque muchas personas creen que el yoga son movimientos sencillos de relajación y estiramientos pasivos.
Muchas personas creen que el yoga es practicado por las personas mayores o incluso es popular que se relacione con una gimnasia ligera. Nada menos de la realidad. La técnica del yoga es más extensa y detallada que, por ejemplo, el ballet clásico o la esgrima. Y obviamente el yoga no busca la performance o ganar una medalla. El rigor está en la disciplina mental y en el metodo para cultivar la conciencia.

La disciplina de yoga nos conduce hacia una progresiva atención y concentración de la mente, desde lo concreto hasta lo sutil. El esfuerzo continuado en mantener la concentración y percepción de los puntos de atención involucra vivir en el momento presente observando los movimientos de la mente. Esta objetivación de la mente se traduce en mayor objetividad. La práctica de posturas de yoga supone lidiar con temores, ansiedades y todo tipo de situaciones psicológicas donde la fuerza de voluntad junto con la inteligencia deben vencer y conquistar la indisciplina de los sentidos y de la mente mal criada.

El esfuerzo, la disciplina y la austeridad llevan objetividad. Suponen moderación. Y la objetividad y la moderación lleva ecuanimidad. La ecuanimidad es la base para afrontar las decisiones desde la realidad y no desde proyecciones cargadas de subjetividad personal. Si hay subjetividad no tratamos con las situaciones y personas de una manera objetiva y realista. Queremos realidad y realidad implica objetividad. Y para minimizar la subjetividad hay que ser realista. Objetividad y realidad van de la mano. Para ser objetivo hay que utilizar el discernimiento y el discernimiento es una capacidad de la inteligencia y la razón. La razón es lo que diferencia al ser humano de un animal.

¿Y que tiene que ver la objetividad y la racionalidad con la moralidad? La objetividad es necesaria para actuar en base a lo que es apropiado en cada situación. Lo apropiado en cada situación es el correcto. Y el correcto depende de lo que se espera que hagamos según nuestros deberes, no hay moral. Y si no hay moral, se pierde la dignidad y el hombre se convierte en una bestia.

La concentración y meditación que implica la disciplina del yoga tiene un impacto de purificación en la psique de la persona que la acción moral brota preñada de pureza e integridad. Y esta actuación mediante el refinamiento de la concentración y transformación de la mente es lo que es distintivo del yoga, al menos, de la parte experiencial del yoga. A diferencia de otras vías como la filosofía o la religión, en yoga no sería necesario abrir un solo libro, ni escuchar un sermón, ni llevar a cabo ritos o tener fe en un Dios personal.

Por ello, los que tienen dificultad para superar las barreras de la fe religiosa o no se sienten atraídos por la contemplación filosófica, encuentran en el yoga una vía que les aporta sentido a sus vidas tanto en la parte de bienestar mental como en el aspecto moral. Esto es lo sorprendente del caso: que funciona de igual manera para un ateo, un agnóstico o un religioso.



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